Quiero aprovechar un par de casos recientes para escribir un artículo sobre una pregunta que, bajo mi punto de vista, tiene un valor clínico incalculable y constituye una autentica herramienta de trabajo para el cardiólogo que atiende deportistas.

Koldo tiene 42 años. Dejó el rugbi a los 30 para andar en bicicleta y progresivamente probar la triple disciplina hasta su versión de larga distancia. Por circunstancias que no vienen a cuento, acabó en una consulta de cardiología por una bradicardia de 45 latidos por minuto en un electrocardiograma.

Con sus antecedentes deportivos, al cardiólogo de Koldo no le preocupó ni le extrañó la bradicardia, pero la dilatación de una de las cavidades de su corazón en el ecocardiograma le hizo saltar las alarmas. Una resonancia magnética confirmó los hallazgos. Koldo tenía una dilatación significativa, sobre todo, del ventrículo derecho.

Auque el electrocardiograma, la prueba de esfuerzo y el holter no sugerían patología ni otros datos de riesgo en aquel momento, el cardiólogo sabía que estaba en un escenario clínico de incertidumbre algo incómodo.

La dilatación del ventrículo derecho podía ser consecuencia, simplemente, de su historia deportiva. Pero no estaba seguro. Había dudas razonables de diagnóstico diferencial con una miocardiopatía muy relacionada con la muerte súbita de los deportistas. La miocardiopatía arritmogénica en su forma dominante del ventrículo derecho (MAVD). Su cardiólogo no podía saber si ese hallazgo era malo, o simplemente indiferente. Por otro lado, también sabía que si lo de Koldo fuera un verdadero caso de MAVD, un regimen tan exigente de ejercicio solo podría empeorar la situación.

Por lo tanto, ante semejante panorama, su postura fue categórica.

No puedes seguir entrenado como has estado entrenando hasta ahora”

Contrariado por la falta de concrección del consejo de su cardiólogo y confuso sobre la importancia de limitar su actividad deportiva, se presenta en mi consulta para una segunda opinión.

Este último párrafo podría copiarlo y pegarlo para muchos de mis pacientes. Y estoy seguro de que el problema no tiene nada que ver con la falta de conocimiento.

Pero entonces ¿porque me vienen los pacientes a la consulta buscando una segunda opinión?

Diría que el problema está en la falta de comunicación. Podría ser por falta de interés, de empatía, o simplemente de tiempo.

Siempre digo que la cardiología deportiva solo es cardiología clínica con 15 minutos más en la consulta. 15 minutos para averiguar por qué el paciente hace lo que hace, cuáles son sus aspiraciones y sus valores, y para explicarle los riesgos y poder elaborar un consejo final hecho a medida

Zigor, ¿hasta donde puedo llegar?

Esta pregunta, que refleja la esencia de la cardiología deportiva, ya la habíamos analizado en un artículo anterior.

La respuesta solo la sabe el paciente, pero para responder tiene que hacer antes una reflexión.

Depende… ¿Tu porqué haces deporte?

Puede que lo hagas para sentir el baño de endorfinas que trae de regalo o porque te ayuda a dormir.

Puede que quieras ser campeón en tu categoría y disciplina deportiva.

Puede que quieras bajar de 3 horas en maratón o comprobar de lo que eres capaz.

Puede que entrenes para estar fuerte y rendir bien en tal o cual tarea, trabajo… o lo que sea.

Puede que corras para mantener el peso a raya y poder comer una persiana de la pastelería Arrese de vez en cuando.

Puede que quieras unas nalgas tiesas, un cuerpo esbelto o estar más cuadrado que Bob Esponja.

Puede que ingreses 4 millones de euros al año que te dan para asegurar tu independencia económica y la de toda tu familia con un año más de actividad profesional.

Puede que correr la Travesera fuera una promesa que le hiciste a tu mejor amigo. Ese amigo que te ayudó a salir de la depresión levantándote del sofá para correr por el monte. Queríais cruzar juntos los 75 km y 13.000 m de desnivel acumulado atravesando los 3 macizos de los Picos de Europa pero, 3 años después, a 3 días de morir por una grave enfermedad, solo le pudiste prometer que correrías por los 2.

Quizás solo quieras estar sano.

Sea por lo que sea, intenta averiguar que es lo que te motiva para hacer ejercicio.

Tu ¿por qué haces deporte?

Parece una chorrada de pregunta, pero os sorprendería comprobar la cantidad de veces que la conducta deportiva de un individuo no está alineada con sus verdaderos propósitos.

No es necesario correr 80 km a la semana para completar una maratón.

Probablemente el crossfit no sea el deporte más indicado si lo que quieres solo es estar sano.

Caminar 30.000 pasos al día no es la forma más lógica de hacer ejercicio para perder peso.

Tampoco es mejor levantar 7 kg 15 veces, que 15 kg 7 veces, si lo que quieres es evitar que te suba la tensión.

Koldo lleva toda la vida haciendo deporte. Hace tiempo que ha abandonado toda actitud competitiva. El solo quería “acabar”. Un objetivo nada despreciable cuando se trata de completar dos Iron Mans.

Actualmente considera que entrena por salud y acumula un volumen semanal de 7 horas con unas sensaciones de esfuerzo equivalentes a una intensidad moderada.

Para ponerlo en perspectiva, una de las novedades de las recientes guías de ejercicio físico de la OMS dice que…

los adultos pueden aumentar el ejercicio de intensidad moderada por encima de los 300 min/sem para obtener beneficios adicionales en salud, si no está contraindicado por otro motivo”.

Un paciente en el que existen dudas con respecto a la toxicidad de los grandes volúmenes de ejercicio, y que lo único que quiere es estar sano, no es uno de esos casos a los que se les deban recomendar más de 5 horas de ejercicio de intensidad moderada.

Le expliqué que su situación es una de esas en las que la enfermedad se confunde con los cambios extremos que se producen en deportistas que han hecho mucho deporte a lo largo de la vida. Le expliqué que a la vista de las pruebas y los antecedentes familiares, no parecía un caso de enfermedad y que sus antecedentes deportivos eran suficientes en algunas personas para desarrollar los cambios que se veían en su corazón.

Le dije que actualmente su situación no parecía problemática, pero que no había manera de saber si seguir por ese camino podría empeorar las cosas en el futuro.

Que debía reflexionar sobre lo que supone para él entrenar 7 horas a la semana y si cree que es más adecuado para su salud que, por ejemplo, acortar el tiempo y sustituir alguna sesión por otras más cortas y de mayor intensidad y empezar a centrarse un poco más en la fuerza.

Creo que se quedó satisfecho. Al menos eso me dijo. Y todo gracias a un cuarto de hora para explicar la incertidumbre y hacerle reflexionar sobre los motivos por los que hace deporte.

Os voy a contar otro caso.

A finales del año pasado me vino a la consulta un chico de 33 años. Un tío centrado. Grande. Deportista de toda la vida. Entrenaba los 7 días de la semana en forma de ejercicios de gimnasio, spinning, natación…

El día D, salía de un ciclo de turnos de noche y solo había dormido 3 horas. Su cortex prefrontal, el trozo de cerebro más sensible a la privación de sueño y que se encarga, entre otras cosas, de la sensatez, no estaba disponible aquel día para evitar que Mikel se metiera 500 mg de cafeína “between chest and back” en forma de café y comprimidos y que fuera al gimnasio como cualquier otro día.

Tras una sesión de spinning, 40 minutos corriendo en la cinta y 30 minutos de pesas, empieza con una sensación muy incómoda de falta de aire y frecuencias cardiacas en el pulsómetro de 170 lpm.

En urgencias le diagnostican una fibrilación auricular (FA).

La FA es una arritmia frecuente en l@s abuel@s, pero tampoco es rara en los varones de una cierta edad que han hecho mucho deporte a lo largo de su vida.

Idoia, su hermana y compañera cardióloga de Basurto, estaba sentada a su lado ese día en la consulta. Es ella la que había convencido a Mikel para que viniera a hablar conmigo.

Idoia y yo sabemos que tener o no tener FA es una cuestión de predisposición individual y de provocar a tu corazón lo suficiente para que se produzca la arritmia. No sabemos cual es la predisposición constitucional de Mikel para tener FA. Eso el tiempo lo dirá. De lo que no hay ninguna duda es de que el maltrato al que sometió Mikel a su corazón ese día se puede considerar más que suficiente para tener un episodio de ese tipo.

Es muy dificil ejercer de médico con alguien tan cercano, pero está claro que éste no es un caso de falta de interés o de tiempo. Tampoco es un caso de falta de conocimiento. Es más, Idoia tiene cerca compañeros electrofisiólogos que conocen la FA mucho mejor que nosotros 2. Entonces, ¿porque yo? ¿Que podía aportarle yo a su hermano?

De repente me vino la vena socrática y se me escapó…

¿Tu por qué haces deporte?

Me mira con cara de sorpresa, con una sonrisa de tipo: ¿esa pregunta es pa pillar, no? Aun así, me contesta…

“por salud y para estar fuerte. En forma”.

¿Y tu crees que tu cuerpo asimila una sesión de entrenamiento como la de ese día, sin el descanso necesario, para procurarte salud y fortaleza?

La pregunta era absurda. Mikel sabía de sobra que nó, y que aquello había sido producto de la indisposición de su cortex prefrontal, que era lo único que dormía en su cuerpo a pesar de los 500 mg de cafeína.

Cuando vayas a hacer una sesión de ejercicio pregúntate antes si lo que vas a hacer está alineado con tus objetivos. Puede que el volumen de ejercicio que exigen esos objetivos sea mayor del que recomendaríamos para evitar perpetuar la FA en sujetos predispuestos, pero no veo clara la necesidad de condicionar un régimen deportivo, por lo demás saludable, sin la certeza de que esté verdaderamente predispuesto y, sobre todo, sin saber si no va a acabar desarrollando FA en cualquier caso.

Conclusión: sin limitaciones, siempre que lo que haces esté alineado con tus objetivos y no se trate de una conducta imprudente.

No estoy seguro de si era el tipo de respuesta que esperaba Idoia, pero me quedo con la cara de Mikel:

????

El caso de Mikel fué solo una travesura y la FA, un tirón de orejas, pero en el caso de Koldo, diría que ha servido para recalibrar su régimen de ejercicio.

Confrontarles con la aparente incoherencia entre su conducta deportiva y los objetivos de salud y rendimiento, es lo único que yo les podía aportar.