Estoy aburrido de escuchar a los pacientes afirmar estoicamente que han conseguido eliminar el sodio (Na) de la dieta. La inmensa mayoría no sabe que tal medida no es necesaria en absoluto en su caso en particular. Me explico:

La OMS afirma que la mayoría de la gente consume demasiada sal. Entre 9 y 12 gr diarios de media. La mayor parte a partir de la comida procesada (el mejor ejemplo es el pan en nuestro medio). La ingesta de más de 2 gr de Na (5 gr de sal) y menos de 3.5 gr de potasio (K) contribuyen al aumento de la presión arterial (PA) y, por lo tanto, al riesgo de enfermedad cardiovascular, ictus e infartos.

Consideran que, si la población en su totalidad limitara el Na, siendo tantos, conseguirían reducir (sólo en teoría) el número de muertes, ictus e infartos.

Para empezar, en contra de lo que dicen las grandes sociedades científicas, existen muchos estudios (cada vez más) en los que la relación entre la ingesta de Na y la PA y el riesgo cardiovascular, es justo la contraria. Por eso algunos expertos consideran que estas recomendaciones, además de imposibles, podrían ser perjudiciales.

Yo he tenido mucha suerte y es que, a diferencia de la OMS, que atiende poblaciones enteras, rara vez veo más de 20 pacientes en un día. Y esto me pone en una situación muy diferente.

Fijaos, la OMS reconoce abiertamente que el beneficio de la reducción del Na en la dieta se debe ÚNICA y EXCLUSIVAMENTE a su efecto sobre la PA. No a estudios que demuestren que reduce las complicaciones cardiovasculares.

El efecto de la reducción del Na en la dieta realmente es muy modesto a nivel poblacional, pero es cierto que hay determinados grupos de personas que son más sensibles al Na y les aumenta significativamente la PA cuando comen más sal de la conveniente. La gente de más edad, los hipertensos, diabéticos, enfermos renales y negros pueden ser más sensibles al Na.

Según los argumentos de la propia OMS, el resto no tendría ningún motivo para limitar la sal de la dieta de forma dedicada.

Os copio el enlace a 3 entradas con toda la argumentación para llegar a estas conclusiones:

El resultado de todas estas consideraciones son unas recomendaciones para los individuos que vemos en la consulta muy diferentes a las recomendaciones poblacionales de las sociedades científicas.

La conclusión a la que he llegado y transmito a mis pacientes a modo de recomendaciones es la siguiente:

  • No comas comida procesada (más bien ultraprocesada). Además de un incremento antinatural en la ingesta de sal, puede elevar tu PA por otros motivos y provocarte distintos problemas de salud. Si tienes dudas de lo que es ultraprocesado y lo que no, te lo aclaro en este artículo.
  • Si comes alimentos frescos, cocinados en casa, te puedes permitir la licencia de añadir sal al gusto. Hazle caso a las señales que te manda el cuerpo. La sed por la sal se ha perfeccionado de forma paralela a la sed por el agua en los organismos vivos. No se te ocurriría pensar que tu sed de agua está intentando envenenarte. No ignores tu sed por la sal sin buenos motivos.
  • Asegúrate de que la sal que consumes sea sal marina rica, entre otros, en yodo. También puedes probar otras sales no refinadas, que aportan una variedad más rica de minerales. Como no conozco a nadie que sepa calcular los gramos de sodio en la dieta, no voy a hablar en estos términos.
  • Haz de las verduras tu primer plato e incluye frutas en tu dieta. Aumentará considerablemente tu ingesta de K. Sea o no la causa de los beneficios, siempre sale guapo en la foto.

Es muy posible que con estas medidas se reduzca considerablemente tu PA. Haz la prueba y mídete la PA después de comer con sal. Si eres de las pocas personas que experimentan elevaciones significativas de la PA, entonces tendrás motivos para moderar la ingesta. Si no es el caso, habrás dejado sin argumentos a la OMS.

Los pacientes con insuficiencia cardiaca son algo diferentes. Por una parte, la evidencia parece decirnos que limitar la sal no es conveniente en absoluto. Sin embargo, el aumento brusco de la ingesta de sal puede implicar cambios bruscos en el volumen de sangre y descompensar la insuficiencia cardiaca. Por lo tanto, más importante que limitarla agresivamente, es evitar los cambios bruscos en la ingesta vigilando los alimentos con importantes cantidades de sal, como queso, aceitunas, anchoas, embutidos…

Las consideraciones sobre la ingesta de sodio en los pacientes con problemas renales son más complejas y requieren un consejo individualizado por un especialista en nefrología.