Con esta entrada terminamos la serie del estrés como factor de riesgo cardiovascular (RCV). Nos quedaba pendiente la relación de la AF con el RCV. Veremos que la tan famosa paradoja del ejercicio físico (EF) o del deporte tiene menos de paradójico de lo que creemos.

Actividad física y riesgo cardiovascular agudo

En una sesión de AF intensa, igual que en una respuesta de estrés, se producen los siguientes cambios:

  • Aumentan la A y la NA
  • Aumenta la trombogenicidad de la sangre
  • Aumentan la frecuencia cardiaca (FC) y la presión arterial (PA)
  • Se produce una sobrecarga de volumen y de presión en el corazón

Añádele otras modificaciones del medio interno propias de la AF (alteraciones electrolíticas, térmicas, deshidratación) y el estrés por la exposición a condiciones ambientales particulares (hipoxia, hiperbaria, calor, frío…).

Todo esto puede desencadenar complicaciones cardiovasculares como la trombosis, isquemia, arritmias, roturas vasculares e insuficiencia cardiaca y esto, a su vez, derivar en susto o muerte (ref).

Hay un dato que es difícil conocer con precisión pero que resulta muy curioso. El riesgo de infarto (la complicación cardiovascular más frecuente) o muerte súbita, puede aumentar desde 2 hasta 164 veces con respecto al estado de reposo (ref 1 y ref 2). Esta tremenda variabilidad parece depender de las condiciones ambientales, del estado de salud (edad biológica, salud cardiovascular y acondicionamiento) y, muy importante, de la intensidad de la AF.

En la entrada anterior vimos que el grado de activación neurohumoral depende de la intensidad y la duración de la AF. Pero la relación entre la intensidad y la respuesta neurohumoral no es lineal. Y esto es clave para comprender la paradoja del ejercicio físico. Vimos que la ACTH y Cortisol aumentan solo con intensidades superiores al 50% del VO2 max. Fijaros ahora en la relación de los niveles de catecolaminas y la intensidad de la AF.

Hay un umbral en torno al 50-60% del VO2 max a partir del cual se disparan la A y la NA. Este umbral podría corresponderse con el umbral aeróbico y el primer umbral ventilatorio y del lactato. Este es también el umbral de la sensación subjetiva de trabajo o esfuerzo y, seguramente, el umbral a partir del cual aumenta el RCV agudo.

Actividad física y riesgo cardiovascular crónico

Los primeros indicios de evidencia de la reducción de RCV con la AF vienen de la mano de J Morris en 1953. Comprobó que, entre los trabajadores británicos, los picas y los carteros tenían menos infartos que los conductores de autobús y los funcionarios. Desde entonces la evidencia se acumula para confirmar la reducción del RCV y de una miríada infinita de beneficios a otros niveles cuando se realizan AF y ejercicio de forma regular.

Ya vimos que la AF regular, gracias a su efecto hormético, reduce los marcadores neurohumorales de la respuesta de estrés, tanto en reposo como en actividad. Como reflejo de esto, los indicadores externos de la respuesta de estrés también disminuyen (PA, FC, triglicéridos, glucosa y grasa abdominal y aumento del HDL). Es decir, mejoran todos los componentes del síndrome metabólico o factores de RCV.

Los efectos de la AF en la hemostasia son muy complejos y no del todo conocidos. De forma general, se acepta que la AF aguda e intensa tiene un efecto protrombótico (sobre todo en individuos sedentarios) que revierte a las pocas horas de cesar la actividad. El acondicionamiento progresivo por el contrario, parece tener un efecto hipocoagulante que confiere protección frente a la enfermedad cardiovascular.

Todo esto se traduce en una reducción global del RCV de entre el 33 y el 50% según las series (ref).

Dicho de forma breve y sencilla: Los beneficios de la AF sobre el riesgo cardiovascular parecen explicarse, en gran parte, por un efecto antiestrés.

Pero lo más espectacular del acondicionamiento es la reducción del riesgo que se produce en las propias situaciones de estrés. Vamos a usar el ejemplo de la AF porque sabemos que es el modelo perfecto.

  • Si no tienes costumbre de hacer ejercicio intenso y te da por huir de la policía corriendo, las posibilidades de que te de un infarto son más de 100 veces mayores que si te quedas tranquilamente en el sofá.
  • Si haces ejercicio intenso 1 o 2 días por semana, el riesgo solo aumenta 30 veces al huir de la policía.
  • Con 3 o 4 sesiones de ejercicio intenso semanales el riesgo es unas 10 veces mayor.
  • Y, si haces ejercicio intenso 5 o más veces por semana, el riesgo solo solo se duplica.

La AF intensa regular puede reducir el riesgo de complicaciones cardiovasculares de forma exponencial, y hasta más de 50 veces, durante las situaciones de estrés intenso. No existe la prueba con más garantías de seguridad que el estado de aclimatación a la AF regular intensa. Y además, como ya hemos visto, te llevas de regalo una reducción del RCV de entre un tercio y la mitad. Qué más se puede pedir?!

La paradoja del ejercicio físico (EF): Donde está la incoherencia?

La paradoja del EF se refiere a la aparente contradicción entre el aumento del riesgo de complicaciones cardiovasculares que se produce mientras nos ejercitamos y la disminución del riesgo de este tipo de complicaciones cuando hacemos EF de forma regular. Últimamente, la paradoja se ha extendido también, para abarcar el aumento de las complicaciones cardiovasculares que se observan cuando se acumulan grandes cantidades de EF a lo largo de la vida.

Teniendo en cuenta que las paradojas no suelen ser reales, sino más bien aparentes, y que la respuesta de estrés es un recurso muy arcaico con el que cuenta el ser humano para sobrevivir, y no para morir, en alguna parte tiene que haber una aberración. Y aunque la intuía, no terminaba de verla con claridad.

El ser humano es un ser físicamente activo. Vamos a retroceder en el tiempo para intentar imaginar las circunstancias naturales en las que se desarrolla la AF.

Las tareas domésticas como desplazarse de un lugar a otro para cazar, recolectar frutos o bayas, recoger leña, trabajar en el campo o construir un refugio por ejemplo, son tareas que requieren actividad muscular, pero que se desarrollan en la zona de la baja intensidad.

Ya hemos visto que en esta franja la respuesta neurohumoral es muy modesta y, por lo tanto, el incremento del RCV, poco significativo. Se podría decir que la AF cotidiana, que es necesaria para sobrevivir a largo plazo, implica respuestas de estrés muy modestas y bajo riesgo de complicaciones cardiovasculares. Hasta aquí no encontramos ninguna paradoja.

Las actividades cotidianas muy rara vez van a exigir potencias aeróbicas superiores al 50% del VO2 máx en individuos sanos y no ancianos

Ahora vamos a ponernos en las situaciones en las que podríamos demandar una actividad muscular que requiera una gran activación neurohumoral de estrés. No consigo imaginarme a un ancestro ejercitándose a esta intensidad si no era para obtener algo vital a cambio.

Si no cazas, no comes y si no corres, te comen. La situación exige exprimir el aparato cardiovascular para poder asistir a los músculos y que estos desarrollen el trabajo que nos va a salvar la vida. También aumenta la actividad trombótica de la sangre en previsión de probables traumatismos. Se podría decir que han cambiado las prioridades. El riesgo cardiovascular aumenta, pero la situación implica un riesgo mucho más tangible. Huye o lucha, porque si no, estás muerto. Y no solo eso, el organismo interpreta que tiene que  adaptarse a esa situación y se producen cambios (hormesis) que, como hemos visto, reducen el RCV de una manera espectacular con las sucesivas exposiciones. No hay nada de paradójico en todo esto. Al contrario, tiene mucho sentido.

Ahora vamos a ver que pasa con el EF. El EF es una AF planificada y estructurada que consiste en repetir determinados movimientos con el objetivo de mejorar o mantener alguno de los componentes de la aptitud física (la capacidad cardiorrespiratoria, la musculoesquelética, velocidad, flexibilidad y equilibrio).

La AF, como respuesta de estrés, no está ahí para ser planificada y estructurada ni tiene el objetivo de mejorar la aptitud física. Lo hace, pero de forma indirecta, el único objetivo es sobrevivir.


La paradoja solo surge cuando la AF se desarrolla en una situación artificial y tras eliminar todas las amenazas que le confieren el sentido de respuesta de estrés.


Con el concepto de deporte la contradicción se cumple exactamente igual que con el EF.


Todos los cambios de la respuesta de estrés, en un diálogo amistoso con un mamut para convencerle de que se convierta en tu cena, podrían ser beneficiosos, pero en Bilbao, en pleno siglo XXI, se puede considerar que han perdido una parte importante de su sentido evolutivo y pueden llegar a ser contraproducentes.

Pon a 100 individuos con un taparrabos de cuero delante de 100 leones hambrientos e intenta convencer sólo a uno de que no corra porque podría darle un infarto. La situación es muy distinta para los 100 individuos con un taparrabos acrílico en la línea de salida de una carrera de 5 km. Estos no entienden que las situaciones en las que realizamos AF en la actualidad están exentas de los riesgos naturales en los que se desarrollaba la AF y les extraña que algo tan bueno para la salud cardiovascular, como lo es el EF, pueda favorecer los eventos cardiovasculares de forma aguda.

Pero la cosa no acaba aquí. Cuando sustituimos la AF por el EF y el deporte, no solo aumenta el RCV agudo.

Imaginaos a un homo erectus corriendo durante una hora por la sabana. Probablemente este buscando un psiquiatra. Sin embargo, las recomendaciones de EF para la población sana de las principales sociedades científicas, es esto exactamente lo que nos dicen que tenemos que hacer (ref 1 y ref 2).

300 minutos de un ejercicio de intensidad moderada es un volumen equivalente a 5 horas semanales al ritmo que mantendríamos en una maratón. Y 150 minutos de ejercicio de alta intensidad equivalen a 2.5 horas semanales de carrera continua al ritmo que mantendrías en una carrera de 10 km si quisieras hacer un buen tiempo. Supongamos que eres obediente y cumples con las recomendaciones. O supongamos que te ejercitas de forma intensiva para optimizar una aptitud física muy concreta que te permite ser competitivo en una disciplina deportiva.

Sin duda, es mejor que no hacer nada, que suele ser la alternativa y lo que hacemos el resto del tiempo, pero quizás no sea la forma en la que estamos adaptados para desarrollar AF.

Casualidad, o no, el EF, tal y como lo realizamos en la actualidad, no solo hace visible el RCV que aflora al eliminar de la ecuación otros riesgos vitales más inmediatos. También aumenta el riesgo de lesiones musculoesqueléticas, aparecen síntomas de fatiga crónica o sobrentrenamiento y, aunque la evidencia no sea la más robusta, el riesgo de otro tipo de lesiones cardiovasculares.

Se ha descrito una prevalencia vitalicia de signos incipientes de sobreentrenamiento en un tercio de los corredores habituales y en 2 tercios de los corredores de élite, y sobreentrenamiento franco en un tercio de nadadores adolescentes (ref). Distrés y fatiga que vienen de la mano de una mayor frecuencia de fibrilación auricular, ateromatosis coronaria, fibrosis miocárdica y arritmias ventriculares (ref 1 y ref 2). Incluso, posiblemente, de mortalidad CV con volúmenes de ejercicio por encima de los 75 METs-horas semanales (ref).

En la gráfica, el volumen de AF que recomiendan las sociedades científicas queda muy por debajo del umbral hipotético del volumen tóxico. Si existe algo parecido a un umbral de toxicidad, el límite entre la dosis beneficiosa y la dosis tóxica no solo no es tan neto como en la imagen, sino que, en muchos casos, estoy convencido de que se solapan.

Os pongo solo un ejemplo. La fibrilación auricular es la complicación cardiovascular con más evidencia de asociación causal con los grandes volúmenes de EF. Con esta arritmia el umbral se ha llegado a establecer en las 1500 horas semanales de ejercicio intenso. Aunque cualquier cosa parecida a un umbral de toxicidad es una auténtica grosería, el dato nos sirve como ejemplo. Las 1500 horas de actividad física intensa se alcanzan con 11 años y medio cumpliendo la dosis recomendada de 150 min/sem de ejercicio intenso.

También es muy inquietante como el distrés crónico de regímenes de ejercicio que no se parecen a la AF que hacían nuestros antepasados de forma natural, y que no necesariamente se alejan de los volúmenes de EF que nos proponen las guías, se relaciona, tanto con la reducción, como con el aumento de la prevalencia de enfermedad arterial coronaria (ref). Que es lo que hace más posible encontrar lesiones coronarias en individuos que practican EF de alto volumen? Existen distintas hipótesis, pero no es la primera vez que estrés (distrés) y enfermedad coronaria concurren.

En las circunstancias naturales de nuestros antepasados, grandes volúmenes de AF de baja intensidad se alternan con periodos breves de muy alta intensidad y ejercicios funcionales de empuje, tracción, etc. Esto garantiza la supervivencia a corto, medio y largo plazo. Si no te mueves te mueres. Así de sencillo.

La AF es un síndrome metabólico que permite a nuestros músculos disponer de la energía para solucionar problemas vitales; El síndrome metabólico es aterogénico. Imaginad que nos exponemos al síndrome metabólico de una AF antinatural y exenta de los problemas vitales que le confieren sentido.

A mi, la verdad, no me resulta tan sorprendente que el límite entre el efecto hormético y protector del EF regular se diluya con el efecto tóxico aterogénico de volúmenes más elevados de AF con la famosa morfología de curva en J.

Otras entradas de la serie:

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